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En las últimas décadas, casi la totalidad de los países de la OCDE ha experimentado un descenso sostenido y sustantivo en sus niveles de fecundidad, situándose actualmente por debajo del nivel de reemplazo generacional de 2,1 hijos por mujer. Chile ha sido también afectado por este mismo fenómeno y la Tasa Global de Fecundidad ha disminuido de 5,4 hijos por mujer en 1960, a 1,16 hijos por mujer en 2023 y a 0,9 hijos por mujer en 2024 según estimaciones preliminares. 

Esta tendencia plantea desafíos de gran magnitud en diversos frentes, tanto en el económico, como el social, político y fiscal, con el potencial de generar una transformación de la estructura del país y reducir el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) tendencial. 

En primera instancia, la disminución de la tasa de natalidad produce un envejecimiento de la población y una reducción de las personas en edad de trabajar, mermando la capacidad de crecimiento de la economía a través de la menor expansión del factor trabajo. Se afecta también el consumo y la inversión, particularmente en materia de vivienda, erosionando el stock de capital de la economía, y por esta vía, el crecimiento del PIB. Asimismo, los efectos en el ahorro son importantes, ya que las poblaciones envejecidas tienen una menor capacidad de ahorro, y una propensión a mayor gasto por los requerimientos de salud y cuidados. Y, además, los efectos se manifiestan en la sostenibilidad del sistema de pensiones, por los mayores gastos requeridos en los sistemas de protección social. 

Los factores compensatorios a la caída de la población económicamente activa pueden ser complejos de impulsar, en especial ante la necesidad de generar políticas que conlleven incrementos sustantivos y sostenidos en el tiempo en la productividad factorial. Para ello, resulta necesario orientar la economía hacia sectores altamente innovadores y un fortalecimiento del capital humano. 

Al analizar lo que ha ocurrido en el mundo y en Chile respecto de la fecundidad, se destacan los siguientes aspectos:

Los países de más altos ingresos de la economía mundial, y que conforman la OCDE, fueron los precursores en mostrar descensos sostenidos en los niveles de fecundidad en su población, y también en implementar estrategias integrales de largo plazo de políticas públicas orientadas a enfrentar el fenómeno demográfico. El éxito de estas políticas ha implicado, fundamentalmente, detener el sistemático descenso con lo cual la tasa de fecundidad actual ha logrado mantenerse en torno a 1,8 y 2 hijos por mujer en 2021, similar a lo observado en 1980.

Los países latinoamericanos también han experimentado, en general, una reducción sistemática en los niveles de fecundidad, aunque más tardíamente en comparación con los de mayores ingresos. Pero, a diferencia de aquellos, no han desarrollado un marco de políticas con un enfoque explícito y deliberado para enfrentar esta tendencia. Como resultado, la región presenta actualmente niveles de fecundidad muy bajos, sin un conjunto de políticas eficaces para abordarlos.

Existe evidencia de que ciertos factores sociodemográficos y culturales han contribuido a favorecer las decisiones reproductivas, entre los que se encuentra el fortalecimiento de las políticas de conciliación entre la vida laboral y familiar, el mayor nivel educacional alcanzado por las mujeres y la creciente participación de los hogares con dos ingresos. Del mismo modo, también existe evidencia de factores que operan en el sentido contrario. Entre ellos destacan el aumento sostenido de los costos de vida, incluido el de vivienda y educación, la creciente incertidumbre económica y social, la inseguridad laboral y los temores asociados al rezago laboral que pueden provocar licencias parentales muy extensas, las mayores expectativas respecto del involucramiento en la crianza y la mayor valoración de la autonomía y proyectos personales. En conjunto, estos factores configuran un escenario complejo que plantea importantes desafíos para el diseño de políticas públicas orientadas a enfrentar la sostenida disminución de la fecundidad.

La evidencia muestra que el éxito de las políticas para enfrentar la caída en la fecundidad depende en gran medida de una implementación oportuna, intencionada, articulada, sistemática en el tiempo y con foco específico. Ello implica que países que hoy se encuentran con bajos niveles de fecundidad y sin políticas específicas para abordar este fenómeno, arriesgan mayores deterioros en fecundidad y crecientes grados de dificultad para enfrentarla exitosamente en el futuro.

En Chile, la Tasa Global de Fecundidad ha disminuido de forma acelerada y las cifras preliminares de 2024 lo sitúan como uno de los países con menor tasa de natalidad del mundo. Esta situación adviene en ausencia de un set de políticas orientadas a enfrentar la tendencia, lo que alerta sobre una posible agudización de este fenómeno en los próximos años, con un escenario de disminución de las mujeres en edad fértil (2030 en adelante), lo cual elevará significativamente la dificultad de revertir o frenar la disminución en los nacimientos y, en definitiva, de la población total del país.

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