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Prólogo

Conocer la historia de nuestras instituciones es esencial para comprender las complejidades y desafíos que envuelve el funcionamiento de un Estado eficiente y moderno. Por eso, aproximarse a entender el financiamiento del aparato público en los últimos dos siglos, en función de aquellos sucesos que marcaron el devenir de nuestra nación, así como las consecuencias para el fisco del proceso de instauración de una economía monetaria, no es sólo parte de un relato apasionante, sino también de uno vital para mirar el futuro.

El cambio que ha tenido en el tiempo la administración de la Hacienda Pública desde la organización de la República hasta el Ministerio que tenemos hoy; la influencia de los diversos gobiernos en la economía por medio del gasto público y los impuestos; cómo ha enfrentado el Estado de Chile los grandes acontecimientos nacionales e internacionales, y la responsabilidad de lograr ambientes propicios para el crecimiento económico y el desarrollo social de la nación son temas que cruzan la labor de esta Secretaría de Estado.

Desde la evolución de los ingresos fiscales en los tiempos del estanco, siguiendo con la época dorada del salitre y el debate entre “oreros” y “papeleros”; cómo nacieron los impuestos a la renta y al comercio exterior, además del surgimiento de la explotación de la industria del cobre y todos sus impactos fiscales; hasta la creación de tributos modernos como el impuesto al valor agregado y tratamientos como el FUT, amén de los personajes que encabezaron este ministerio, y las influencias de misiones extranjeras (como las de Kemmerer y Klein-Saks) son parte de este relato.

También lo son las más recientes reformas tributarias y las que crearon y modernizaron el mercado de capitales, los tratados de libre comercio, el ingreso a la Organización de Cooperación y Desarrollo (OCDE), el empoderamiento de Chile en la Alianza del Pacífico, las últimas colocaciones de bonos soberanos, y la creación de un Consejo de Estabilidad Financiera y de un Consejo Fiscal Asesor, entre otros aspectos. Por cierto no dejan de analizarse hitos recientes para las finanzas del Estado como lo fue el nacimiento de la regla de balance estructural que permite guiar la política fiscal en base a parámetros de mediano plazo y sus posteriores mejorías.

Sin embargo, más allá de una mera enumeración y descripción de acontecimientos, esta obra da un contexto que permite entender, por ejemplo, las consecuencias que tuvieron sucesos como el rechazo de un erario fiscal en el siglo XIX, que desencadenó en la guerra civil de 1891; ello llevó a que las Constituciones posteriores se aseguraran de que esto jamás pudiera repetirse. Por otra parte, aborda el rol más político de ciertos ministros de Hacienda y las características que hicieron de algunos de ellos personajes pintorescos o legendarios.

En esta saga de las finanzas públicas es interesante constatar cómo el precio del cobre —nuestra principal materia prima de exportación desde la década de 1920— desata las presiones por más gasto fiscal en épocas electorales; o de qué forma el gasto, ahorro e inversión del gobierno tienen importantes efectos sobre las principales variables macroeconómicas tales como el ahorro y la inversión nacional, y —por tanto— sobre el ahorro externo. No en vano, para algunos historiadores los excesos fiscales resultaron decisivos en hitos como la decadencia del Imperio Romano y la Revolución Francesa de 1789, mientras otros asignan a los problemas de sus cuentas públicas un rol significativo en la declinación de España luego de Carlos V.

Todo lo anterior ha sido investigado y narrado por destacados historiadores, quienes en un estilo ágil y ameno nos presentan en las páginas siguientes la historia de este Ministerio de Hacienda, tan íntimamente ligada a los sucesos del devenir de nuestra República.

Tengo el honor de ser titular de esta cartera desde marzo de 2010, como parte del Gobierno que encabeza el Presidente Sebastián Piñera. Y el fin de nuestra administración coincide con los 200 años de este Ministerio. Más allá de la evaluación que hacen los autores sobre la labor que hemos desempeñado, querría compartir un breve balance del país que entregaremos. Este panorama es muy diferente al que encontramos en marzo de 2010, tras un 2009 marcado por una fuerte recesión, la pérdida de 50 mil empleos y a pocas semanas de uno de los peores terremotos y maremotos de la historia mundial. Pero los inmensos desafíos no mermaron nuestros esfuerzos; muy por el contrario. Gracias al esfuerzo de todos los chilenos, cumplimos con nuestras metas macroeconómicas y el fortalecimiento de las finanzas públicas. Dimos,  además, pasos importantes en la modernización del Estado.

Sin duda, todavía restan grandes tareas como derrotar la pobreza, reducir con las desigualdades y convertir a Chile en un país desarrollado antes de que termine esta década. Alcanzar estos objetivos depende de nosotros. Ese ideal —que brindará más y mejores oportunidades para todos los chilenos— está quizás más cercano que nunca antes en la historia nacional. Pese a la recesión europea, el débil crecimiento de Estados Unidos y la desaceleración del mundo emergente, mostramos hoy una trilogía de resultados bastante única en el mundo de estos años: desempleo a la baja, con las menores tasas de desempleo en 3 décadas, crecimiento económico sostenido e inflación controlada, incluso inferior a la meta del Banco Central.

Gracias al crecimiento económico, y a una política tributaria que ha optimizado las tasas de impuesto por medio de rebajar el impuesto de timbres y estampillas, elevar el impuesto al tabaco y algo el de la renta corporativa, y a una administración tributaria que ha logrado reducir la evasión y que modernizó las normas sobre precios de transferencia, entre otras medidas, hemos accedido a importantes recursos adicionales. Ellos nos han permitido avanzar en apoyar a los más desposeídos, quienes han recibido una serie de beneficios, como la eliminación del 7% de cotización de salud para los jubilados de menores ingresos, la extensión del posnatal a 6 meses, el subsidio al empleo de las mujeres más vulnerables, el bono bodas de oro, y la introducción del Ingreso Ético Familiar,  entre otros beneficios creados en este gobierno y financiados con recursos públicos. Todo ello en un ambiente macroeconómico estable y sano que  ha sido reconocido tanto por los organismos internacionales de mayor prestigio, como el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), como por las principales clasificadoras de riesgo del mundo y la comunidad financiera internacional.

Por este edificio de Teatinos 120 pasan prácticamente todos los proyectos de ley, políticas públicas y decisiones que requieren recursos o crean facultades para los organismos públicos. Por ello, el Ministerio de Hacienda tiene una posición vital dentro del gobierno, especialmente en su relación con los demás ministerios, y su titular ha integrado el comité político de ministros desde hace décadas. Esta responsabilidad me ha impulsado a poner un especial interés en buscar el diálogo, el consenso y la unidad e intentar acuerdos con los distintos poderes del Estado y todos los sectores políticos y sociales. Soy un firme convencido de que debemos valorar lo logrado como país y no escatimar esfuerzos en la búsqueda de la unidad para seguir avanzando. Y con ese objetivo en mente, la misión de resguardar la institucionalidad de un país —como lo demuestra la historia— es un factor clave para avanzar en nuevos consensos que vayan más allá de las legítimas diferencias entre quienes habitamos esta querida tierra al sur del mundo.

Felipe Larraín Bascuñán
Ministro de Hacienda
Enero 2014

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