2. Marco Teórico
2.1. La economía del cuidado: discusión y perspectivas
La economía del cuidado se refiere al conjunto de actividades, tanto remuneradas como no remuneradas, relacionadas con la provisión de servicios de cuidados personales y materiales que contribuyen al mantenimiento de la capacidad y el bienestar de las personas, la sociedad y la economía (Peng, 2019).
En la actualidad, el concepto de cuidado ha adquirido mayor relevancia en las ciencias sociales y se ha introducido progresivamente en los programas de política pública alrededor del mundo. No obstante, esta visibilidad y legitimidad son relativamente recientes y se deben a la histórica predominancia de sesgos androcéntricos en el pensamiento de diversas disciplinas académicas y que trascienden a las instituciones (Razavi, 2015).
Desde la economía, los cuidados pueden ser conceptualizados de diversas maneras. Algunas definiciones facilitan su operacionalización y otras, además, permiten problematizar la sostenibilidad de los modelos de desarrollo. De esta manera, los cuidados pueden ser entendidos como una forma de redistribución de recursos, pero también como un sector productivo que genera valor por sí mismo al atender las necesidades básicas de las personas, cuyo beneficio se extiende más allá del retorno individual en el mercado de trabajo. Por esta razón, los cuidados, como bien público, requieren una sólida inversión y planificación social (Folbre et al., 2023; Folbre, 2024).
Desde la economía del cuidado, el crecimiento económico puede ser entendido como un proceso de género porque las economías son estructuras de género que integran un ámbito remunerado —cuyo producto es contabilizado y medido a través del PIB— y otro no remunerado —donde la reproducción social, a través de los cuidados, está a cargo principalmente de las mujeres—. Este último ámbito está conceptualmente excluido del sistema de cuentas nacionales y, por tanto, su contribución económica es invisibilizada (Elson & Seth, 2019). En este sentido, los servicios de cuidados no remunerados exigen el desarrollo de nuevos sistemas de contabilidad (Folbre et al., 2023).
El abordaje empírico de los cuidados no remunerados se ha desplegado desde una perspectiva mayormente relacional, es decir, con un enfoque en los cuidados directos, situando en un segundo plano las tareas domésticas o cuidados indirectos, como la limpieza del hogar o la preparación de comida, que constituyen la base para los primeros y pueden consumir una porción significativa de tiempo en determinados sectores. En efecto, cada grupo poblacional en determinado territorio tiene necesidades de atención específicas y la carga de cuidados se distribuye de manera desigual entre estos. Esto guarda relación con la disponibilidad de servicios e infraestructura, la estructura y composición de la población, así como las normas culturales que influyen en la división de trabajo. Por esa razón, las dimensiones utilizadas en la definición de los cuidados tienen implicancias distintas según las unidades que se analizan (Razavi, 2015; OIT, 2019b; Folbre et al., 2023).
Las políticas de cuidados han sido promovidas con fuerza y desde hace décadas a través de las agendas de género de los organismos internacionales. Dentro de estas, una de las principales preocupaciones recae sobre la desigual distribución de estas tareas. En el centro de la discusión se encuentra la organización del trabajo, instituida sobre el principio de separación y el principio jerárquico que implica y afecta diferencialmente a mujeres y hombres (Hirata & Kergoat, 2007).
En efecto, mientras ellas participan en mayor proporción y destinan más tiempo a estas actividades, desarrolladas en la esfera privada, reproductiva y con menor valor social, ellos lo hacen en las actividades remuneradas, relativas a la esfera pública, productivas en sentido económico y con mayor valor social (ComunidadMujer, 2019 y 2021).
Los cambios recientes en los contextos sociales, económicos y políticos han hecho que la economía del cuidado sea un tema muy relevante en la actualidad. En particular, porque la forma en que las sociedades responden a los problemas vinculados a los cuidados y su provisión —considerando o no la interseccionalidad de las desigualdades— tiene importantes consecuencias sobre el logro de la igualdad de género (Razavi, 2007) y, con ello, sobre el bienestar económico y social de los países.
2.1.1. La redistribución de la carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado
La organización social de los cuidados no remunerados en su amplio espectro es una de las problemáticas más acuciantes para el logro de la igualdad de género, enfatizándose la necesidad de redistribuirlos entre mujeres y hombres, así como entre el Estado, el mercado y las familias. En efecto, la desproporcionada carga de labores de cuidados que asumen las mujeres al interior de sus hogares tiene un correlato en la perpetuación de las desigualdades de género en el mercado laboral y en otros ámbitos de la vida (Fluchtmann et al., 2024).
Lightman & Link (2021) demuestran, a partir de microdatos del LIS Cross-National Data Center (anteriormente conocido como Luxembourg Income Study) de hogares biparentales heterosexuales para veinticinco países entre 2015 y 2017, que el quintil de ingresos del hogar determina la relación entre los cuidados no remunerados con a) la menor participación de las mujeres en los ingresos del hogar y b) la “penalización salarial” asociada que ellas experimentan. No obstante, los cuidados a niñas y niños y personas mayores tienen un impacto económico diferencial según estrato, siendo los primeros más relevantes entre las mujeres de ingresos más bajos y, los segundos, entre las mujeres de ingresos más altos. Independientemente de ello, los efectos negativos se acrecientan entre las mujeres más pobres y, en algunos casos, se amplifican en los países de menor PIB.
Domínguez-Amorós et al. (2021) modelan las brechas de género en el trabajo de cuidados no remunerado en parejas heterosexuales con doble ingreso laboral en Argentina, Chile, España y Uruguay, encontrando, en primer lugar, que en los cuatro países estudiados las mujeres desarrollan alrededor del 70% de estas tareas. En sus resultados destacan que la capacidad explicativa de los modelos utilizados —que incorporan variables individuales que dan cuenta de los recursos relativos de cada integrante y características de los hogares—, es baja, demostrando con ello la importancia de las representaciones socioculturales de género para dar cuenta de la brecha de género en los cuidados no remunerados. Entre los hallazgos más interesantes para el caso de Chile destaca que la categoría socio profesional de las mujeres no tiene un efecto significativo en la reducción de la brecha de género, que los niveles educativos más bajos de los hombres exacerba las desigualdades y que la presencia de mujeres más jóvenes las reduce.
En este sentido, muchos países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) han modificado, por ejemplo, su esquema de licencias parentales en la última década, de forma tal que la ampliación de los derechos de cuidados para los padres incentive el cuidado de hijas e hijos (Fluchtmann, 2023). Sin embargo, aunque la tasa de uso de estas licencias se ha incrementado, la duración promedio continúa siendo inferior en comparación con las que toman las mujeres (Fluchtmann et al., 2024).
Adicionalmente, la inversión en infraestructura y servicios de cuidados integrales que garanticen el acceso universal a cuidados de calidad a lo largo del ciclo de vida —en un contexto demográfico cada vez más demandante en términos de provisión y financiación (Esping-Andersen, 2022)— puede contribuir a reducir la carga de trabajo de cuidados no remunerados entre las mujeres y, a partir de ello, las brechas de género en el empleo. La OIT (2019) advierte que la falta de reconocimiento del trabajo de cuidados no remunerado —junto con su exclusión de las mediciones y políticas públicas—conduce inevitablemente a subestimar su contribución al desarrollo social intergeneracional.
2.1.2. La valoración económica del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado
El reconocimiento de la contribución económica de los cuidados, directos e indirectos, no remunerados, y su integración a nuevas formas de medir el progreso económico, es parte de la visión de un modelo de desarrollo que tenga en cuenta el bienestar integral de los seres humanos (Naciones Unidas, 2024).
Si bien estas labores representan una transferencia de recursos mayoritariamente desde las mujeres a las familias y a la economía en su conjunto, su contribución está excluida del principal indicador de la riqueza nacional (PIB), subestimándose entonces la actividad económica efectiva (OIT, 2019). En este sentido, resulta fundamental avanzar hacia metodologías que midan sistemáticamente el volumen de estas tareas (el tiempo dedicado) y que les asignen un valor monetario.
Según estimaciones de la OIT (2019) basadas en datos sobre el uso del tiempo (varios años) para 67 países, en promedio, los hombres dedican 83 minutos diarios (1,4 horas) al trabajo de cuidados no remunerado, mientras que las mujeres dedican 265 minutos diarios (4,4 horas), más de tres veces el tiempo que dedican sus pares hombres y casi la quinta parte de las horas de un día. Asimismo, estima, para 51 países y con base en el salario mínimo por hora, que el trabajo de cuidados no remunerado equivaldría, en promedio, al 12% del PIB, aproximadamente. Solo el aporte de las mujeres alcanza, en promedio, el 9% del PIB.
Una medición realizada por la OCDE para varios países estima que, en 2018, el valor del tiempo dedicado solo a los quehaceres domésticos no remunerados varía, en promedio, entre el 15% y 27% del PIB según el método utilizado y que, en cualquier caso, las mujeres aportan, en promedio, dos tercios del valor total del tiempo destinado a labores domésticas (OECD, 2021b).
Un mecanismo consistente para visibilizar la contribución económica de los cuidados no remunerados son las cuentas satélites de la producción doméstica que ya han sido implementadas en algunos países. Salvaguardando las diferencias metodológicas de cada medición, se presentan resultados recientes para México, Argentina y Estados Unidos:
En México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) estima que, en 2023, el valor económico del trabajo no remunerado en labores domésticas y de cuidados equivale al 26,3% del PIB total de la economía (INEGI, 2024).
En Argentina, el Ministerio de Economía de la Nación en conjunto con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) estima que, en 2021, el trabajo no remunerado representa entre el 14,8% y el 26,7% del PIB total de la economía según el método de cálculo seleccionado (INDEC, 2024).
En Estados Unidos, la última estimación del U.S. Bureau of Economic muestra que, para 2020, primer año de pandemia, la producción doméstica (cuidados directos e indirectos) aumentó significativamente, amortiguando parcialmente la caída de la actividad económica. De esta manera, la producción doméstica equivalió aproximadamente al 25,4% del PIB nominal de ese año (Bridgman et al., 2022).
2.2. El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado: conceptos y aproximaciones
Antes de arribar a una definición formal del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, que será medido y valorizado en este estudio, es necesario comprender la estructura del Sistema de Cuentas Nacionales y presentar una aproximación al concepto de producción doméstica, en la cual se inscribe.
2.2.1. Los límites del Sistema de Cuentas Nacionales
El Sistema de Cuentas Nacionales (SCN), cuya última actualización data de 2025 (SCN 2025), constituye un marco estadístico integral y coherente que permite obtener una representación detallada y sistemática de la actividad económica de un país, realizar análisis macroeconómicos y apoyar la formulación de políticas económicas. Esta nueva versión sustituye al SCN 2008 y reafirma su carácter como estándar internacionalmente aceptado al establecer un conjunto normalizado y aceptado internacionalmente de recomendaciones —conceptos, definiciones, clasificaciones y reglas contables— para medir, monitorear y comparar indicadores económicos de relevancia, como el PIB, al tiempo que se introducen mejoras específicas en dimensiones relativas al bienestar y la sostenibilidad; la globalización; la digitalización y las cuestiones financieras.
RECUADRO I.A.Recuadro 1
Entendiendo el concepto de trabajo como toda actividad realizada por personas de cualquier sexo y edad para producir bienes o proporcionar servicios para uso propio o de otros (ILO, 2023), el SCN 2025 distingue dos grandes fronteras de clasificación; la frontera general de la producción y la frontera de la producción en el SCN (Figura 1).
Frontera general de la producción
La producción será considerada en un sentido económico cuando se encuentra a cargo de una unidad institucional que utiliza determinados insumos —mano de obra, capital y bienes y servicios— para obtener nuevos bienes y servicios susceptibles de ser transados en el mercado. En este sentido, las actividades humanas básicas, como comer o dormir, no son incluidas en la frontera general de la producción, pero sí actividades como la preparación de comida o los cuidados a niños, niñas, adolescentes y personas mayores.
Frontera de la producción en el SCN
Dentro de la frontera general de la producción, el SCN 2025 establece otra más restrictiva, que excluye dos componentes relevantes en la esfera del trabajo no remunerado: la producción de servicios que realizan los hogares para su propio uso (excepto los servicios de viviendas ocupadas por sus propietarios y los servicios producidos por personal doméstico remunerado) y los servicios de trabajo voluntario. De esta manera, actividades como la limpieza del hogar o los cuidados a niños, niñas y adolescentes quedan fuera de la frontera de producción del SCN.
Figura 1.
Notas: (1) las unidades de mercado o comerciales refieren a corporaciones, cuasi sociedades y empresas de mercado no constituidas en sociedad, incluyendo unidades del sector informal. (2) las unidades fuera de mercado o no comerciales corresponden a instituciones gubernamentales y sin fines de lucro al servicio de los hogares.
Fuente: adaptación de ILO (2023).
2.2.2. La producción doméstica
Una gran parte de la literatura económica describe a los hogares como unidades de intercambio dentro del flujo circular de mercado —suministran trabajo a cambio de ingresos para comprar bienes y servicios— en lugar de contribuir a la producción (Folbre, 2024). Formalmente, el SCN 2025 los reconoce como unidades económicas productoras de bienes y servicios esenciales para el bienestar, pero solo considera una parte de su producción en las mediciones estandarizadas. En función de criterios particulares que se enuncian posteriormente, podrá ser clasificada como producción doméstica fuera del SCN y producción doméstica dentro del SCN (OECD, 1995; Eurostat, 2003; Proyecto NODO, 2021).
La producción doméstica dentro del SCN
La producción doméstica que se encuentra dentro de la frontera del SCN 2025 y que, por lo tanto, tiene un valor económico asignado, considera:
Los bienes producidos por los hogares para autoconsumo final o formación de capital, por ejemplo, bienes agropecuarios o vestimenta;
Los bienes producidos por los hogares como trabajo voluntario y;
Los servicios de viviendas ocupadas por sus propietarios y los servicios domésticos y personales producidos por personal doméstico remunerado (Eurostat, 2003; Naciones Unidas et al., 2016; OIT, 2023).
La producción doméstica fuera del SCN
La producción doméstica que se encuentra fuera de la frontera del SCN 2025 y que, por lo tanto, no tiene un valor económico asignado, incluye:
Los servicios generados por los hogares para uso propio (con las excepciones mencionadas anteriormente) y;
Los servicios de trabajo voluntario realizados por los hogares hacia otros hogares o para la comunidad (Eurostat, 2003; Naciones Unidas et al., 2016; OIT, 2023).
Los fundamentos esgrimidos por el SCN 2025 para excluir de su frontera a esta fracción de la producción doméstica pueden sintetizarse en tres aspectos:
Tiene un impacto limitado en el mercado, pues su producción implica una decisión simultánea de consumir ese servicio, mientras que los bienes son susceptibles de ser comercializados en el mercado.
No existen precios de referencia fidedignos para valorizarla, ya que una gran parte de los servicios producidos se encuentran excluidos de las transacciones que ocurren en el mercado.
No incide en la política económica porque los valores que se le puedan imputar no son equivalentes a los valores monetarios que operan en el mercado y, en consecuencia, su inclusión podría distorsionar el análisis macroeconómico.
Al respecto, otras líneas de pensamiento sostienen que el trabajo de cuidados no remunerado y el trabajo remunerado deben entenderse como componentes interdependientes en el sistema económico, pues la participación laboral de las mujeres afecta la provisión y eventual sustitución de estas tareas a través del mercado. Asimismo, la reducción de los servicios de cuidados provistos en el mercado o por los gobiernos inciden en la demanda de cuidados no remunerados (OIT, 2019).
El criterio de la tercera persona
La diferenciación entre actividades productivas, relacionales y de consumo dentro del hogar representa un desafío analítico dada su naturaleza. No obstante, para abordar esta complejidad se ha recurrido al criterio de la tercera persona, un enfoque metodológico que permite identificar actividades productivas no mercantiles y distinguirlas de aquellas relacionadas con el cuidado personal y el ocio (OECD, 1995). En esencia, este criterio establece que una actividad doméstica se considera productiva si puede ser delegada a un proveedor o proveedora de servicios remunerado (Ferrant et al., 2014).
Los destinatarios de los servicios producidos por los hogares
Teóricamente, el trabajo de cuidados no remunerado puede abarcar dos de las formas de trabajo identificadas en el marco del SCN: el trabajo de producción de servicios para uso propio y el trabajo voluntario de servicios. Al respecto, las normas aclaran que el trabajo de producción de servicios para uso final propio, es decir, los cuidados directos e indirectos para el propio hogar, contempla también los servicios consumidos por miembros de la familia en otros hogares. Sin embargo, si dichos servicios van en beneficio de un miembro no familiar de otro hogar, se considera trabajo voluntario de servicios. Esta distinción podría tener implicancias en términos de la medición del tiempo destinado a cada actividad, así como de su valorización (UNECE, 2017). Aún así, entre los métodos disponibles de valorización, que se explicarán posteriormente, el costo de reemplazo es la alternativa preferida para valorar los servicios voluntarios no remunerados (OIT, 2012).
Recuadro 2
Tomando en cuenta estas consideraciones, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado puede, en términos generales, definirse como aquellos servicios que realizan las personas para su propio uso, dentro del hogar y para otros hogares, y que, además, son susceptibles de ser delegados a una trabajadora o trabajador remunerado.
2.3. Medición del valor económico del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado: métodos y desafíos
A grandes rasgos, los estudios económicos suelen medir el valor multiplicando los precios por las cantidades, pero este enfoque resulta insuficiente en un sector en el que muchos insumos no se pagan o no tienen precio de referencia (Folbre, 2024).
En este sentido, las agendas internacionales de género han avanzado en el desarrollo de metodologías tanto para medir fehacientemente el tiempo total destinado por la población a las labores de cuidados no remuneradas, como para asignar un valor monetario a dicho tiempo, integrándolo a un indicador económico ampliado.
2.3.1. El tiempo de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado
En términos cuantitativos, la carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado se expresa en unidades de tiempo cortas, como minutos u horas, o unidades de tiempo extensas, como días, semanas o meses (ILO, 2013). Este tiempo se puede estimar a partir de instrumentos específicos, como las encuestas sobre el uso del tiempo.
Las encuestas sobre uso del tiempo surgen como resultado de una mayor conciencia internacional respecto de la desigualdad de género (Proyecto NODO, 2021) y sus implicancias en el desarrollo de los países. La medición periódica del uso del tiempo en los hogares es fundamental para analizar la división sexual del trabajo e implementar políticas públicas efectivas. Constituye, además, un insumo vital para valorizar las labores domésticas y de cuidados y así estimar sus efectos multiplicadores en el bienestar de la sociedad (CEPAL, 2023).
El primer abordaje de la materia se da con mayor precisión en la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer de 1995. Concretamente, la Declaración y Plataforma de Beijing propone “desarrollar una clasificación internacional de actividades para las estadísticas sobre el uso del tiempo en que se aprecien las diferencias entre mujeres y hombres en lo relativo al trabajo remunerado y no remunerado, y reunir datos desglosados por sexo”.
En el ámbito regional, se creó en 2006 el Grupo de Trabajo sobre Estadísticas de Género de la Conferencia Estadística de las Américas (CEA) de la CEPAL y, en 2007, el Repositorio sobre uso del tiempo de América Latina y el Caribe —administrado por el Observatorio de Igualdad de Género (OIG) de la CEPAL—, que concentra bases de datos, indicadores y metadatos provistos por países con mediciones oficiales de uso del tiempo. A partir de 2015, los datos son armonizados mediante la Clasificación de Actividades de Uso del Tiempo de América Latina y el Caribe (CAUTAL) aprobada por la Conferencia Estadística de las Américas de la CEPAL (CEA-CEPAL) que ha permitido, por ejemplo, calcular y hacer seguimiento del indicador del objetivo de desarrollo sostenible número 5 (ODS 5), referido a la igualdad de género. En concreto, el ODS 5.4.1 sobre la “proporción de tiempo dedicado a quehaceres domésticos y cuidados no remunerados”.
Aunque la aplicación de las encuestas sobre uso del tiempo constituye, sin lugar a duda, un avance, persiste el desafío de disponer de series cronológicas coherentes y, sobre todo, periódicas (Stiglitz et al., 2009). Esta falta se explica, en parte, por el costo y la complejidad de implementar este tipo de instrumentos (ILO, 2020).
En términos generales, se distinguen dos grupos de estrategias de relevamiento de la información sobre uso del tiempo: el módulo de encuesta de hogares o de empleo y la encuesta independiente; y dos enfoques de recolección de información: el diario de actividades y el listado de actividades (preguntas estilizadas) (ComunidadMujer, 2019; UNECE, 2017; Proyecto NODO, 2021).
El diario de actividades
Considera un cuestionario, autoaplicado o asistido, que registra las actividades realizadas por una persona durante las 24 horas de un día y que se segmenta en intervalos de tiempo que van, generalmente, de 5 a 60 minutos, aunque también han surgido variantes que solicitan a las personas encuestadas el registro de la hora de inicio y finalización de cada actividad. En este enfoque, cabe distinguir entre diarios completos (full diaries), donde la persona encuestada puede ingresar un texto abierto que se codificará posteriormente, y diarios simples (light diaries), donde se le presenta una lista de actividades ya codificadas.
El listado de actividades (preguntas estilizadas)
Corresponde a un cuestionario estructurado que ofrece un conjunto de actividades predefinidas y solicita a la persona encuestada que informe, de manera retrospectiva para cada una de ellas, si la realiza o no en el período de referencia y por cuánto tiempo.
Una consideración relevante en la elección del instrumento de recolección de datos tiene que ver con el registro de actividades secundarias o simultáneas, cuya incorporación se ve facilitada en los diarios de actividades completos (UNECE, 2017).
2.3.2. Métodos de valoración económica de la producción de servicios provistos por los hogares
En la actualidad, existen dos guías orientativas y metodológicas relevantes a nivel internacional para valorar económicamente los servicios provistos por los hogares: “Household Production and Consumption Proposal for a Methodology of Household Satellite Accounts” publicada por la Comisión Europea (Eurostat, por sus siglas en inglés) en 2003 y “Guide on Valuing Unpaid Household Service Work” publicada por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE, por sus siglas en inglés) en 2017.
A grandes rasgos, se describen dos enfoques de valoración: el enfoque de insumo o valoración indirecta y el enfoque de la producción o valoración directa. En general, ambos enfoques utilizan los mismos elementos —consumo intermedio, impuestos menos subsidios a la producción, consumo de capital fijo (o depreciación) y excedente operativo (neto)—, pero difieren en su operatoria (Eurostat, 2003; UNECE, 2017):
El enfoque de insumo
En este enfoque se busca valorizar los servicios provistos por los hogares a través de la valorización de sus insumos (costos). En particular, se imputa un valor monetario (precio equivalente de mercado) a las horas de trabajo destinadas a su producción, al que se le adiciona el capital y los bienes y servicios intermedios. Sin embargo, en la práctica es frecuente ignorar los insumos no laborales, ya que se contabilizarían como gasto personal dentro del PIB. Este enfoque es recomendado en vista de la mayor disponibilidad de información relativa a la mano de obra, esto es, datos sobre el uso del tiempo (UNECE, 2017).
A su vez, el enfoque del insumo consta de dos grandes métodos para imputar un valor monetario al tiempo de trabajo involucrado en los servicios provistos por los hogares: el costo de oportunidad y el costo de reemplazo.
Costo de oportunidad
Este método utiliza los salarios de mercado de las personas que realizan la producción de estos servicios. En otras palabras, tomando en cuenta el valor de lo que se renuncia, supone que el tiempo invertido en el sector no remunerado se considera a expensas del tiempo invertido en sector remunerado, por tanto, consiste en estimar cuánto es lo máximo que se deja de ganar por dedicarse a una labor no remunerada en el hogar, dadas las características individuales de quien la realiza (UNECE, 2017; ComunidadMujer, 2019).
Se identifican a lo menos tres limitaciones de aplicación:
- Presenta una diversidad de valorizaciones para un mismo servicio según quién lo provea (Eurostat, 2003; UNECE, 2017);
- En la práctica, la mayor parte de las personas no tiene capacidad para elegir libremente la cantidad de horas de trabajo (Eurostat, 2003; UNECE, 2017);
- Además, las decisiones personales se ven afectadas por preferencias no observables, así como por precios relativos (Folbre, Care Provision and the Boundaries of, 2024); y
- Conceptualmente, no es coherente con las cuentas nacionales (Eurostat, 2003; UNECE, 2017).
Costo de reemplazo
Este método —recomendado por las guías internacionales, es el aplicado con mayor frecuencia en las cuentas satélite de la producción doméstica—, utiliza los salarios de mercado de ocupaciones equivalentes para imputar un valor monetario a las horas de trabajo involucradas en la producción de estos servicios, asumiendo un mismo nivel de productividad y que el valor generado por el hogar proviene del ahorro involucrado al realizar la actividad ellos mismos.
Contiene, a su vez, dos submétodos: el costo de reemplazo especialista y el costo de reemplazo generalista. No obstante, cabe considerar un tercer submétodo que resulta de una combinación de los dos anteriores; el costo de reemplazo híbrido (Eurostat, 2003; UNECE, 2017).
- Costo de reemplazo especialista: utiliza los salarios de mercado de ocupaciones equivalentes especialistas. Por ejemplo, para los cuidados a personas mayores se contemplará el salario de una persona cuidadora especializada o, para la preparación de alimentos, el salario de un cocinero o cocinera.
- Costo de reemplazo generalista: utiliza los salarios de mercado del servicio doméstico tradicional.
La elección entre el costo de reemplazo especialista o generalista presenta ventajas y limitaciones:
- Es probable que los salarios especialistas consideren una “prima por habilidad” en función de su especificidad y productividad y que esto impacte en una mayor magnitud de la valorización (UNECE, 2017);
- A su vez, también en probable que, aunque el servicio doméstico pueda realizar la mayor parte de las actividades típicas del hogar, existan otras que no pueda efectuar o que lo haga de forma limitada, por lo que la aplicación de una tasa salarial única podría no ser representativa del costo real de la mano de obra requerida (UNECE, 2017); y
- También ocurre que los servicios no remunerados y remunerados no son perfectamente sustituibles y que la evaluación de la calidad puede ser más bien subjetiva, ya que, aun cuando el personal remunerado sea más productivo que los miembros del hogar, las particularidades de estos últimos hacen que su trabajo sea especialmente valioso (Folbre, 2024).
Otra problemática que surge en torno al método de costo de reemplazo es que la amplia oferta de mano de obra no remunerada reduce el precio de mercado de muchos de los servicios remunerados disponibles como sustitutos (Folbre, Care Provision and the Boundaries of, 2024).
El enfoque de la producción
En este enfoque, se busca valorizar directamente los servicios provistos por los hogares a través de su producción. En particular, se establece un precio pagado por servicios similares comercializados en el mercado y, de esta manera, la producción se calcula multiplicando el número de unidades producidas por los precios de mercado asignados. Si bien la aplicación de este enfoque es teóricamente simple y conceptualmente coherente con la valoración de la producción de mercado, en la práctica se complejiza debido a la falta de disponibilidad de datos relativos a la cantidad de los servicios producidos. Por el contrario, en ausencia de una encuesta sobre el uso del tiempo, la técnica de valoración de los productos representa el mejor enfoque alternativo (UNECE, 2017; Proyecto NODO, 2021).
En términos generales, se reconoce que las imputaciones a las horas de trabajo representan un paso en la dirección correcta, a pesar de no tener en cuenta el valor agregado real de los servicios de cuidados. Aún si se consideraran las externalidades fiscales y sociales de la prestación de cuidados, se generarían nuevos desafíos empíricos para la economía dominante (Folbre, 2024).
Con base en la revisión teórica realizada y siguiendo el desarrollo de ComunidadMujer (2019), el próximo apartado abordará en detalle el cuerpo metodológico y fuentes seleccionadas para el presente estudio, considerando las actualizaciones pertinentes a 2023. Se trata del Costo de reemplazo especialista.